Arquitecturas en papel / Un rincón más bonito que aquel

Habría sido difícil encontrar en Londres un rincón más bonito que aquel en que vivía el doctor. No lo atravesaba calle alguna y desde las ventanas de la parte delantera de la vivienda se gozaba de la hermosa vista de la calle, que tenía aspecto tranquilo y reposado. Entonces había pocos edificios al norte del camino de Oxford y por allí cerca había bosquecillos y flores silvestres. A consecuencia de eso, el aire era puro en los alrededores de Soho y cerca de allí había una pared muy abrigada y soleada, junto a la cual maduraban los melocotones en su tiempo.

En la primera parte del día aquel rincón estaba alumbrado por la luz del sol, pero cuando se caldeaban las calles, el rinconcito quedaba en la sombra y era como un remanso fresco y agradable, y excelente refugio de las ruidosas vías de la ciudad.

Fragmento de Historia de dos ciudades (1859), de Charles Dickens / Seleccionado por AAAA magazine / 

Arquitecturas en papel / El hogar es una mentira

© Ana Asensio Rodríguez

© Ana Asensio Rodríguez

«—El hogar es una mentira. Existe nada más que de nombre. Substancialmente, lo que se define por hogar, es una pocilga, en la cual un macho, respetablemente denominado esposo, practica los vicios más atroces sin que una hembra, su respetable esposa, se de por enterada. Pero, ¿y los vicios existı́an? ¿Qué hogares podı́an ser aquéllos, donde tres vidas, padre, madre e hijo, con prescindencia del sexo, vivı́an internamente separados por el desnivel de sus experiencias?

La experiencia del padre era distinta a la de la madre. Y la del hijo, referida a estas otras dos experiencias, no guardaba ninguna simetrı́a. Padre, madre, hijo, cada uno giraba vitales intereses distintos, con razones comunes de afecto a la cohesión. Frecuentemente, las razones consistı́an en disciplina, desconocimiento y temor al mundo, sensibilidad pareja, semejanzas psı́quicas. Lo evidente es que los dedos de un cuerpo joven y las restricciones morales impuestas por vidas ya agotadas, creaban en el rincón de basura invisibles cı́rculos de aislamiento.

Bajo apariencia de comunión cotidiana, comunión de palabras o gestos, existı́an murallas y fronteras, parecidı́simas a las que se interponen entre dos hombres que hallan idiomas distintos.»

 

Fragmento de ‘El amor brujo’, de Roberto Arlt (1932) / Fotografía: Ana Asensio Rodríguez

Arte y Arquitectura: La Casa-Cuerpo / Ángela Rodríguez de Sherpahead

"Acurrucamiento activo". © Ángela Rodríguez Gallego (Sherpahead)

«Acurrucamiento activo». © Ángela Rodríguez Gallego (Sherpahead)

Una casa tiene paredes y ventanas. Se entra por una puerta, y se pisa el suelo para ir de un sitio a otro. La casa tiene techo, y puede tener tejado. Si tiene varias plantas tiene escaleras. Si es grande, con suerte, tiene una puerta trasera, que lleva a un jardín. La casa se apoya en el suelo, y la chimenea a la vez mira al cielo. El hogar tiene cortinas alegres, que bordó la más vieja de las mujeres. Tiene también una madreselva, que en primavera florece de miel. Al volver al hogar, notas su olor, entre horno, serrín y jazmín. Al olerlo, recuerdas dónde estás, en la casa, la tuya, la que te hace ser de aquí.

La casa la construyeron los primeros hombres, porque necesitaban pararse a vivir. Ya no podían seguir viajando, siempre por ahí. Hicieron un gran fuego, que fue el hogar, y alrededor de él las cañas, las maderas, y las pesadas piedras empezaron a levantar los muros. Los muros anclaron sus pies en el suelo, y sus habitantes nunca más se quisieron ir.

La casa como calidez de la pertenencia, como las raíces del árbol más grande del jardín. La casa es remanso, es quietud. La casa es almacén y acumulación. La casa parece ser el lugar para la estabilidad, para vestirla de ti, y vivir para siempre ahí. ¿Se pueden mirar esos muros y ventanas como algo mucho más efímero, temporal e intercambiable? ¿Podremos vivir, y sobrevivir, lejos de la casa, del lugar, de la raíz? Siendo nómada, ¿quién es ese ente extraño que es el hogar?

Ángela Rodríguez es una artista plástica malagueña, que siempre ha fantaseado con lugares lejanos y exóticos, llevándola a no pararse mucho tiempo en un mismo lugar. En sus 27 años, y desde que dejara el primer hogar para estudiar Bellas Artes en la Universidad de Granada, e Ilustración Creativa y Comunicación Visual en la Escuela de Arte y Diseño Eina de Barcelona, su maleta ha ido siempre con ella, a Francia, a Turquía, a Escocia, y a muchos sitios más que la esperan para vivir. En su último trabajo explora la Casa-Cuerpo, ese ente vivo y familiar, que nos rodea como una piel.

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Diario Íntimo

El sol cae de sueño, dejándose mecer entre los brazos de unas nubes grises disueltas por la música. «Llorona» suena de fondo, llevándose las últimas motas de escarcha de la piel. No importa el dónde. No importa con quién. El día acaba, y tras él otro, aderezado con nuevos sabores, salpicado con nuevas personas, sombreado con nuevos aromas, que nunca podrán desbaratar el paño urdido de la rutina.

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© Ana Asensio

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